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AROA ORTEGA CHAVES – 1º BACH

Con este llamativo título quiero hacer una llamada a la concienciación sobre el problema de la esclavitud sexual, que sigue siendo una realidad  en el mundo, también en nuestro país, y como sociedad, tenemos el deber de  poner medios para que erradicarla.

Entiendo por esclavitud sexual cuando una persona es coaccionada en contra de su libertad para realizar prácticas sexuales forzadas. Una esclavitud que se produce principalmente en mujeres y niñas (96% según la ONU). Por tanto, se puede afirmar que la esclavitud sexual es femenina, pues generalmente es la vulnerabilidad de las mujeres y niñas la que es aprovechada por terceros (principalmente varones) para someterlas a explotación sexual vulnerando los derechos fundamentales de las personas: libertad, igualdad, intimidad…y sobre todo, afectando a la dignidad de las mujeres.

España es uno de los principales destinos para la explotación sexual. Según los datos que he consultado, existen unos 2.000 centros de explotación sexual que mueven más de 5 millones de euros al día. Datos que contrastan con la legislación española, pues la explotación sexual no se puede desvincular de los delitos de tráfico de personas y de proxenetismo. Algo no está funcionando en nuestro país. De ahí que sea urgente y primordial perseguir con eficacia estos dos tipos penales para acabar con la esclavitud sexual.

Otro de los aspectos sobre los que debemos pensar, es que en España solo se castiga a los clientes de prostitución cuando hay violencia o una situación abusiva, casi siempre, imposible de probar si la víctima no denuncia. La situación de estas mujeres (muchas veces menores) condiciona que puedan hacer un uso efectivo de las herramientas judiciales. Pero, ¿verse obligado a prostituirse no es una forma de violencia? ¿No es una situación abusiva? ¿No es contraria a los derechos fundamentales?

Ya en 1948 la Declaración Universal de los Derechos Humanos consagró la dignidad de los seres humanos, así como la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Han pasado más de 60 años y continúan persistiendo formas de esclavitud que se perpetran cada día ante la aquiescencia o indiferencia de la comunidad internacional, y no por casualidad, las mujeres son las más afectadas por cualquier tipo de esclavitud.

En relación con la esclavitud sexual, encontramos la trata de seres humanos, una de las formas de esclavitud más cruda, que se materializa principalmente en forma de explotación sexual o laboral. Al igual que ocurre con la prostitución, la trata cuenta con instrumentos jurídicos para combatirla. La Unión Europea en 2005 elaboró un instrumento jurídico de carácter global centrado en los derechos humanos de la víctima de trata. Fue entonces cuando España introdujo por primera vez en el código penal en 2010 el execrable delito de tráfico de seres humanos con fines de explotación sexual.

En los últimos meses, fruto del impulso social y político, y pese a que los minutos de televisión y medios de comunicación los ocupa el covid-19, estamos asistiendo a propuestas de una nueva modificación del Código Penal en materia de consentimiento expreso en las relaciones sexuales.

Hay que recordar que las mujeres víctimas de explotación sexual no tienen libertad para manifestar consentimiento. De su esclavitud depende su vida y en muchas ocasiones, la vida de sus familias.

No podemos olvidar que no habría prostitución, tráfico de personas…en definitiva esclavitud, si no hubiese clientes, si no hubiese explotadores, si no hubiese quienes desde el poder someten a mujeres desposeídas de libertad por múltiples causas.

La esclavitud no debería haber existido nunca, pero la esclavitud sexual ha llegado a nuestros días. Una forma de maltrato a las mujeres. La humanidad dará un paso muy grande cuando mujeres y niñas no se vean obligadas a prostituirse, cuando las mujeres no sean tratadas como objetos, como mercancías que se pueden comprar y vender.

En un país democrático no podemos permitir centros de explotación sexual, no podemos mirar a otro lado mientras miles de mujeres sigan estando privadas de derechos, sigan siendo objetos sexuales, esclavas del siglo XX.

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